La informaciones sobre Onieva y sus mentiras no cesan. Desde que Tamara abrió los ojos y se cercioró de que su churri es un auténtico picaflor, la imagen de Íñigo se ha ido al garete. Aquel muchacho inteligente, guapo y adinerado ya no existe. No queda nada de ese empresario exitoso que tantos miles de euros facturaba a final de mes. Todo aquello era una espejismo, y así lo han demostrado en 'Sálvame'.
El programa de las frutas, el mismo en el que Tamara Falcó entró por teléfono para agradecer la labor de investigación realizada en los últimos meses, ha confirmado lo que nadie sabía: el currículum de Onieva es como el máster de la Cifuentes, inexistente.
El tío se las da de triunfador. Asegura haber sido director artístico de Wow concept (unos almacenes de Gran Vía) y director de Desarrollo de Mabel Hospitality (empresa perteneciente a Mabel Capital, propietarios de los famosos restaurantes Tatel), pero de eso nada, monada. Según cuenta un testigo a 'Sálvame', sí acude habitualmente al negocio, pero hay rastro de su actividad laboral.
Además, Íñigo se llenó la boca asegurando haber abierto el local de moda de la capital: Lula Club. Un garito en plena Gran Vía que, al parecer, funciona bastante bien. Sin embargo, Onieva no es ni socio ni director del negocio: "No tiene ningún dinero invertido en ningún local de la noche. Es solo relaciones públicas, y tiene un sueldo", dice un testigo.
Entonces, ¿por qué Onieva se las daba de dueño y señor de aquel lugar? ¿acaso los verdaderos propietarios le confiaron esa posición de cara al público? Al parecer, sí, y Tamara Falcó tiene mucho que ver en eso. Cuando abrió el local, la marquesa apoyó a su churri y no dudó en visitarlo para hacer publicidad de la buena (y seguramente gratuita). De este modo ganaban todos. Los dueños, Íñigo y la Falcó, que creía tener un erudito como novio y le ha salido rana.