La Lomana es como el buen vino. Los años pasan y, al igual que Ana Rosa Quintana, luce cada día más divina. Es coqueta de nacimiento, bella desde la cuna y una mujer cultivada. Conoce a todos y cada uno de los famosetes del panorama nacional y no hace distinciones entre celebridades, rostros populares o personajes de reality. Los mismo raja sobre Chabelita que comparte cena con el mismísimo presidente del país, y esa es justamente Carmen Lomana. Una señora moderna, libre, amante de la fama y el buen vivir.
A sus 66 tacos, Carmen se plantó en 'Supervivientes', donde aguantó 42 días sin pasar por la ducha. Sí señor, lo hizo. Tuvo alguna discusión con Fortu, a quien acusó de no cumplir con las normas básicas de higiene, pero logró soportar aquel hedor e hizo un concurso decente. Fue allí, en Honduras, donde nos demostró que detrás de sus vestidos carísimos se esconde una mujer que siente y padece.
Aunque parezca increíble, Lomana es humana. Tiene sentimientos, orina cada día y le huele el sobaquillo después de ocho horas sin utilizar desodorante. Los litros de bótox que acumula en su rostro hacen pensar que es un ser inerte, pero de eso nada, monada. Carmen también tuvo una juventud, y tenemos las pruebas.
A través de Instagram, nos ha deleitado con un carrusel de fotos donde resulta evidente su evolución. A los 21 añitos tenía la piel tersa, ni un solo granito en la cara. Lucía una melenita corta, las cejas depiladas y, por supuesto, ni un solo retoque. A los 35, más de lo mismo: ni bótox , ni ácido hialurónico ni nada por el estilo. Lomana tenía una tez firme y radiante, un pelazo de la leche y mucho gusto a la hora de vestir.