Con toda probabilidad, serán miles las anécdotas para contar de la boda de Tamara e Íñigo. Seguro que más de un famosete se pasó con las copas, puede que hubiera alguna caída, algún esguince e incluso algún revolcón en los baños portátiles. Todo pudo ocurrir en el bodorrio del año pero, sin duda alguna, lo más llamativo sucedió durante la ceremonia.
Era el momento más emotivo. El momento de prometerse amor eterno, una vida juntos, un futuro de la mano. La gente lloraba, los pajaros píaban y decenas de periodistas esperaban en las puertas de palacio la confirmación el casamiento. Todo era idílico, de película, hasta que sucedió lo que nadie hubiera imaginado.
De pronto, la sotana del padre José Luis comenzó a arder. Una vela juguetona provocó el fuego y Alejandra Onieva, hermana del novio, se tiró en plancha sobre las llamas para evitar el desastre. No podía permitir que todo aquello ardiese. Suficientes desgracias arrastraban los novios como para culminar su amor con una fogata de tres metros. Tal y como publica Informalia, la actriz apagó el fuego a manotazo limpio.
A partir de ahora, la hermanísima de Íñigo pasa a llamarse Alejadra Bombera Onieva. Fue la heroína de la boda y hay que reconocerle el mérito. Salvó a la mismísima Preysler de lo que podría haber sido la desgracia del siglo. Y sobretodo, salvó al matrimonio del titular con el que resulta imposible no fantasear: la boda de Tamara e Íñigo, arrasada por las llamas.
Fotos: Gtres