Doña Elena y Victoria Federica ya no salen juntas de compras ni comparten la ropa como cualquier madre e hija. Desde que la hermanísima de Froilán decidiese abanadonar defininitvamente la universidad, la primogénita de Juan Carlos I lleva un cabreo de tres pares de Borbones. Quiere que su hija continúe su formación, pero ella, obnuvilada por las cámaras y el dinero fácil, ya ha elegido su nuevo camino.
Elena prefería que su retoña estudiase para conseguir el típico puestazo en una empresa de la leche. Pero no, Vic no está dispuesta a hincar los codos para terminar en la silla de un despacho con la espalda echa trizas. La niña quiere jaleo, diversión, mucho 'money' sin demasiado esfuerzo.
Que sí, que ponerse frente a las cámaras y aguantar el tirón mediático tiene su curro, pero nada comparable con las ocho horas que cualquier mortal invierte en ese puesto de trabajo que ni siquiera le gusta. Vic, sin embargo, disfruta como una enana y pretende seguir haciéndolo.
Su padre, tal y como publica Chance, está encantado con la nueva vida de su niña. Fue él quien la introdujo en el mundo de la moda y existe una gran complicidad entre ambos. Les gusta salir, conocer, codearse con la jet set y disfrutar de los mejores garitos de Madrid, Marbella o París.
Padre e hija son calcamonías, e incluso cuando se topan con la prensa, ponen en práctica la misma estrategia: cerrar el pico. Por un motivo u otro, ambos se niegan siempre a dar declaraciones.