No cesan los desamores en la familia real. La crisis comenzó entre Juan Carlos y doña Sofía, se extendió hasta acabar con el matrimonio de Marichalar y la infanta Elena, y ahora es doña Cristina quien sufre en sus carnes un desengaño amoroso. A pocos días de firmar el divorcio con Urdangarin, la madre de Pablo, Juan, Miguel y la guapérrima Irene vive su peor momento.
Cuando las fotos de Iñaki y Ainhoa salieron a la luz, a doña Cristina por poco le da un parraque. No podía creerlo. El hombre que al que visitó a diario en prisión paseaba de la mano de otra mujer a sus espaldas. Los medios nacionales enloquecieron al descubrir la infidelidad, y la infanta, hundida, buscó ayuda profesional.
Un año y varios meses después de descubrir el pastelón, doña Cristina se dispone a untar en pasta al hombre que la engañó. Es un mal trago que, por orden de su padre, tiene que afrontar. Si hay que comprar el silencio de Urdangarin, se compra, cueste lo que cueste. Todo vale con tal de garantizar el silencio del ex duque, y así lo demuestran el acuerdo al que han llegado la infanta y el hombre al que un día amó.
Tal y como publica ElNacional.cat, Iñaki percibirá la friolera de dos millones de euros a tocateja y 25.000 lereles mensuales. Semejante dineral saldrá de las cuentas de la infanta, que está dispuesta a cerrar el pico de Iñaki a golpe de talonario. El ex duque, lejos de rechazar la oferta, ya relame al oler los euretes que está a punto de ingresarse.
En 2007, cuando Marichalar se divorció de doña Elena, sucedió algo radicalmente distinto. Jaime no pidió nada, tan solo deseaba el anonimato. Quería vivir tranquilo, desligarse de la Casa Real y concentrarse en sus negocios en el mundo de la moda. Firmó un pacto de silencio con la familia de doña Elena y se marchó sin pedir ni un solo euro a cambio.
Urdangarin, sin embargo, ha puesto precio a su silencio. Tras su paso por prisión Iñaki se quedó sin curro, sin dinero y sin el apoyo de los que consideró su familia. A cambio de no traicionarles, reclama un dineral que muy pocos podrían permitirse pagar.