Hoy es el gran día. Leonor, la heredera al trono, ingresa en el lugar donde los torreznos de Soria y las pulguitas de jamón corren por las mesas de la cantina a la misma velocidad que la cerveza. En el Ejército gusta comer, y comer lo de siempre. Para los 612 egresados en el cuartel de Zaragoza no existe la quinoa ni la pasta integral, y Leonor, a pesar de lo que piense doña Letizia, tendrá que amoldarse a la gastronomía militar.
Para la joven no será ningún drama alimentarse a base de platos combinados, pero a su madre le hierve a sangre, tal y como aseguran desde Informalia. Intentó cambiar el menú de la Academia, pero desde allí dijeron que no. En la taberna militar no existen las reinas, la princesas ni las vegetarianas. Allí no se andan con tonterías: a mediodía, birra y bocatín de chistorra. Y si apetece un torrezno, pa' dentro.
Mientras en las cocinas militares reinan las hamburguesas de kilo y medio, en Zarzuela solo hay caos. Letizia se niega asimilar que su niña, la misma que no ha probado jamás una mísera gominola, se entregará durante su estancia en la Academia los placeres del aceite hirviendo. La freidora podría convertirse en la mejor aliada de la futura reina, y Leti no puede permitirlo.
Pero tendrá que hacerlo. No hay más opción. Leonor comerá, vestirá y se comportará como el resto de alumnos. Tan solo gozará de un par de privilegios: una sala privada para el descanso y un plan de estudios intensivo que recoge en un año lo que el resto deberán aprender en dos. Más allá de eso, la princesa tendrá que levantarse al punto de la mañana y obedecer las órdenes de sus superiores, como cualquier otro mortal.
Fotos: Gtres / collage Poprosa