Don Juan Carlos ha vuelto a la soledad emiratí. Ya son más de tres años de exilio, alejado de su país y de su familia, y con 85 tacos a las espaldas. El emérito está triste, cansado de vivir lejos de los suyos en un lugar en el que ni siquiera puede salir de cacería. Allí tiene amigos, sí, pero no está rodeado los colegas españoles con los que compartía botellas de vino hasta las tantas de la madrugada.
Qué tiempos aquellos. Juan Carlos era experto en pasárselo pipa y poco le importaba lo que pensara el resto. Mientras doña Sofía lloraba en Zarzuela, él vivía en libertad entre mujeres, elefantes y alguna que otra víbora. Pero era feliz. Como todo juerguista, el emérito disfrutaba cada día (y cada noche) como si fuera el último.
Ahora, Juan Carlos lleva una vida aburridísima. Se acabaron los eventos, las vacaciones en Mallorca y el calor de sus nietos. Está lejos, solo, triste y "muy disgustado" con la última polémica que afectó a su persona, según El Confidencial Digital. Cuando salió a la luz el nombre de su supuesta hija secreta, al emérito le sentó como un vino picado. No tardó en desmentir la información, pero no lo logró librarse del disgusto.
Y ojo, porque Juan Carlos tiene motivos para estar disgustado. Tiene la sensación de que la polémica le persigue y sabe que para regresar a España debe estar limpio. No hay otra opción. Si su fama no cambia, Felipe se verá obligado a mantener cerradas las puertas de reino. Desea regresar con todas sus fuerzas, pero no será ahora cuando lo haga.