Doña Elena es uno de los personajazos de la monarquía española. A sus 59 años, la primogénita del emérito ha estado siempre señalada: durante años la tacharon de tonta, e incluso su propio padre dudó de su intelecto. Se casó con Marichalar, nacieron Froilán y Victora, y después llegó el desastre: divorcio, soledad y decadencia.
Desde que su matrimonio con Jaime se fue al garete, ningún hombre ha conquistado el corazón de doña Elena. Muchos hubieran querido conquistarla por puro interés, pero la Infanta parece haber cerrado las puertas al amor. El único hombre que pisa su casa es Froilán, y siempre trae un disgusto debajo del brazo que la prensa aprovecha para crear su peor retrato.
Aunque para retrato, el de doña Elena. Pese a ser la primogénita de Juan Carlos y Sofía, el trono fue para el pequeño Felipín. El machismo de la institución a la que pertenece le arrebató el poder, y su padre se alegró de ello: "Juan Carlos dudaba de la estabilidad emocional de la Infanta Elena, a quien no consideraba en condiciones, digamos intelectuales, para ser heredera", decía Jaime Peñafiel en una ocasión, tal y como publica ElNacional.cat.
María José Lorenzo, biógrafa no oficial de la Infanta, aseguró en 'Socialité' que el emérito nunca le quita el ojo a su retoña: "El titulo de Infanta es suficiente para ella. Sin embargo, Juan Carlos siempre está pendiente de su primogénita para que no se sienta inferior. Es su ojo derecho, siempre la cuidó y la protegió..."
Al parecer, la ex de Marichalar se conformaba con ser Infanta. No le supuso un trauma ver a su hermano en el trono, pero sí le dolió que lo hiciera junto a Letizia, una plebeya divorciada y atea. Aquello fue un 'shock' para doña Elena. No entendía cómo Felipe pudiera casarse con esa mujer, pero ni voz ni voto. El pensamiento de la primogénita no afectó en absoluto a las decisiones de su hermano.
En este momento, doña Elena vive tranquila, aunque sus hijos son expertos en despertarle la taquicardia. Con Froilán de fiesta en fiesta y Victoria en primera línea mediática, las preocupaciones de la Infanta jamás desaparecen.