Vuele el drama a la familia Urdangarin-Borbón. Parecía finalizada la batalla, pero Iñaki no tiene fin. Sus peticiones parecen renovarse cada mes, como la cuenta del Netflix, y el precio aquí también sube. El ex duque quiere más, mucho más, y doña Cristina ha dicho basta. Se acabó lo de pedir, lo de dar y lo de regalar. El divorcio está paralizado y sabe Dios cuándo llegará a su fin.
Tal y como publica Informalia, la firma del divorcio se retrasa, al menos, hasta el mes de septiembre. Al parecer, las exigencias del que fuera deportista de élite han llegado a un límite. Se ha pasado de la raya y la infanta le ha frenado en seco. Los 25.000 euros mensuales, sumados a la millonada que el emérito estaba dispuesto a pagarle a tocateja, era una indemnización más que decente.
Pero Iñaki no pensaba lo mismo y la avaricia ha roto su saco. O mejor dicho, el saco de la infanta. Cristina está disgustada, cabreada y hasta el mismísimo moño. EL hombre al que amó la está sacando de sus casilla, e Irene, la hija pequeña del matrimonio, se pispa de todo. Tanto es así que, según Monarquía Confidencial, la relación con su padre vuelve a ser tensa.
De nada sirvió aquel fin de semana familiar en Ginebra. Organizaron aquello para arropar a Irene y limar asperezas, pero aquí no hay asperezas, hay heridas abiertas que tardarán en sanar. Juan Carlos, consciente del sufrimiento que esta situación supone, asumió hace unos meses el coste del proceso: "El emérito ha dicho que se dejen ya de negociaciones, de regateos y que se cierre de una vez por todas el divorcio; que él asumirá lo que tenga que asumir incluido el coste añadido", dijo el periodista Juan Luis Galiacho.