Muy seria, pero mucho tanto que parecía que iba de funeral, pero la verdad es que muy guapa. Así de radiante llegaba Charlene Wittstock a su boda real en Mónaco donde a los ojos de Dios se convierte en la mujer del príncipe Alberto.
En todo momento he manifestado el miedo que me daba el vestido de novia de Charlene ya que con eso de que tiene unas espaldas tremendas, para disimularlas hay que hacer maravillas, y para mí que Lourdes estaba muy copado últimamente de milagros. El caso es que ha acertado plenamente y he de decir que blanca y radiante va la novia vestida con este Armani absolutamente divino, muy sencillo, blanco nuclear pero con unos bordados preciosos.
Divi sobre todo teniendo en cuenta la dura competencia de sus antecesoras con las que la comparación está más que servida. La verdad es que dentro d su estilo tan sencillo hay que poner una nota muy alta, al menos para mi gusto, pero ya sabéis que para esto los colores y las bodas.
Y los dos de blanco…
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