No es que Mario Casas se haya enamorado de Alba Carrillo y esté con ella por Mallorca a la caza de Feliciano López. La de la foto es su nueva novia belga, que se le parece un poco. Déborah François, hija, se nota que eres europea por lo poco que te agarras a Mario. Cualquiera estaría enraizada a la fornida espalda como si fuera su equipaje de mano (y metiendo mano). ¡Anda que no se aprovechaba Babi en la moto...! ¡Parecía tonta cuando la compramos!
Una excursión de moteros con chalecos salvavidas de cuero y gafas de bucear ha formado parte de las actividades romanticonas de la parejita por la isla balear, famosolandia en verano. Un planazo de bros y cuñis en Port Calanova. Como buenos hermanos picados al Mario Kart Water Edition, Mario y Déborah le han echado una carrerilla a Cristian Casas y su novia Mónica Peña, integrante de Lola Índigo. Ha ganado el que les haya alquilado las motos, que siempre podrá decir que en ese sillín se sentó el culo de Mario Casas.
Se están dando la vida mártir, ¡eh! Vaya buenos croissants que se toman para desayunar en este entorno tan relaxing cup of cafe con leche a las doce de la mañana con la pachorra de un discurso recitado por Carmen Lomana. Aunque suban las fotos por separado, no hay que ser expertos cotillas para saber que están juntos. Muy astuto Mario no comiéndose un gofre y optando por el dulce francés para dotar de sutileza estas fotos juntos pero no revueltos con su 'petit chocolat' belga.
Su primer verano en el 'spanish paradise' como shippeo oficial, cual Erasmus enamorados tras compartir su primer botellón, ha tenido el hotel de cinco estrellas Finca Serena como nidito de amor en la localidad de Montuïri, con más viñedos que habitantes por metro cuadrado.
Se palpa el emapalagosismo propio de los inicios, porque ella aun puede tragarse las pelis de Casas sin quedarse frita. De hecho, hasta le hace promo en su Instagram de su próxima película en Netflix. ¡Qué monada!