Si es que ya se sabe, que de casta le viene al galgo. Si estamos acostumbrados a que Lily Allen la líe allá donde vaya la familia no podía ser menos, desde luego. Porque mira que se pueden tener riñas en un restaurante por una mesa, y se puede gritar, discutir o incluso pedir que salga el encargado para que lo solucione, pero de ahí a acabar toda la familia en comisaría hay un paso. El paso que Lily Allen siempre acaba dando.
Según cuenta la prensa local británica, la discusión vino porque el establecimiento les había asignado la misma mesa para comer y, por lo tanto, uno de los dos debía quedarse sin celebración. Y claro, los dos tenían ganas de comer en el restaurante y al hombre se la sudaba que fuese la mismísima Lily Allen la que estuviese enfrente diciéndole que se levantara. En el caso de Lily y su familia, querían festejar el cumpleaños de su hermana Sarah.
Y claro, a la gente que le encanta la acción y ver como su nombre, aunque sea de manera anónima, aparece en los periódicos, en vez de esperar a que la cosa se tranquilizase, decidió que lo mejor era llamar a la policía y que ella misma fuese la encargada de solucionar el problema. Algo que creo que era totalmente innecesario.
Más que nada porque ese problema es del restaurante, no de las familias y tampoco me creo que la armasen tan gorda como para que la policía tuviese que intervenir. Por Dios, que son ingleses, que lo que ellos consideran tono alto y agresivo aquí se considera un tono de charla animada... en fin, que al final la familia acabó pasando la tarde en comisaría, comiéndose un bocata como mucho y por supuesto, el misterioso hombre consiguió lo que quería: aparecer en los periódicos como el hombre que no podía más e intentó mediar la paz entre ambas partes. Estos ingleses...
Vía | Los Andes
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