Antes de nada, para todos aquellos que alabáis a ese producto comercial llamado Lady Gaga, esta no es vuestra crítica. No lo leáis porque quizás encontréis aquí la verdadera causa y motivo por el que esta mujer se ha vuelto famosa de hoy para mañana sin tener ni voz, con unas cuantas canciones pegadizas y muchos fans que ven en ella un icono de la rebeldía, el mal gusto y copia barata de Christina Aguilera.
Esta chica ha encontrado la fórmula fácil del éxito. Aquella que seguramente todos conocen pero pocos se atreven a poner en práctica por miedo a que el gremio se les eche encima y les critique acusándoles de estafadores y de dañar al colectivo de los cantantes. Pero parece ser que a Lady Gaga todo esto se la sopla. Y así lo hace. Sigue una filosofía de “vida anti”: ella es anti-política, anti monárquica, anti leyes (de todo tipo, incluidas las estéticas) y se declara pro-sexo libre, gay-friendly y todo aquello que sabe que le hará que el público coma de su mano como si de auténticas fieras domésticas se tratase. No le tiene miedo a nada ni a nadie.
Seguramente sea un éxito cuestionable (yo lo hago) pero a ella le da de comer. Y por eso se ha creado un particular mundo en el que solo se rige por sus propias normas, creadas por y para satisfacer su propio ego y placer. Y eso incluye sus alegatos públicos en los que pone verde a quien se le tercie e incluso sus vestidos. Algo que parece tan simple es síntoma de eso: desea llamar la atención, quiere que se hable de ella.
Que la critiquen, que la admiren, que la odien…da igual. Únicamente deben pronunciar su nombre y misteriosamente a ella le llueve el dinero. ¿Y que hacer para ello? Pues salir a la calle lo más raro, estrambótico y provocativa que pueda. Desnuda, dando el cante, hortera…da igual. Lo que otros considerarían síntoma de enajenación y mal gusto para ella no es más que otra treta publicitaria. Y lo pero es que la pobre encuentra un motivo por el que salir así a la calle. Incluso para el modelo que os tengo puesto en la portada.
Es su peculiar manera de criticar a los ostentosos vestidos que la realeza británica usa. De criticar como las revistas se desviven por no poner en entredicho su peculiar manera de vestir. De como se afanan por no contradecirles, por complacerles… Pues que queréis que os diga, no me lo creo. Simplemente se ha buscado una excusa para poder ponerse el vestido más raro que tuviese y continuar con su plan por conquistar todas las opiniones públicas. Porque otro cualquiera, así vestido por la calle sería motivo de escarnio público pero, si lo acompañas con un discurso anti-monárquico y el nombre de Lady Gaga, no queridos. Eso no es irrisorio, eso mola.
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