Menos mal. Porque cuando leí que Lady Gaga tenía pensado irse hacia Jerusalén, me la imagine con alguno de sus estrambóticos vestidos, o casi desnuda o vete tú a saber con que le daba esta vez por aparecer, y se me caía el alma a los pies pensando en el revuelo que podían montar. Pero no, parece ser que por mucho que la critiquemos y la pongamos a parir, sabe comportarse al menos en casa ajena. Por la cuenta que le trae, más que nada.
¿Y qué se le ha perdido a esta en Jerusalén? Pues Lady Gaga se acercó hacia allí para concretar los últimos preparativos del que será el último concierto de su gira Fame Ball, que tendrá lugar mañana en Tel Aviv. Y al parecer los representantes del concierto le advirtieron que se dejara sus estrambóticas manías para dentro del escenario y que, por favor, tanto en las ruedas de prensa como por las calles se moderara un poquito. Y así lo hizo. Al menos con la indumentaria.
Porque con los comentarios no pudo. Esta mujer tiene la boca como un buzón, oiga usted. Cuando le preguntaron que como se sentía a haber pisado tierra santa, ella, no sé si porque quiso decir que “embriagada” o porque simplemente porque consideró que era la mejor explicación de como se sentía en esos momentos, dijo:
“Estoy más emocionada de ver Jerusalén que de emborracharme en un bar, aunque quizás me emborrache Jerusalén.”
Risas por lo bajo y ella más ancha que larga. Diréis que eso es libertad de expresión pero, que queréis que os diga, cuando se va a países como esos, en los que imagino que harán un esfuerzo bastante grande para que la mujer toque por allí (porque por absurdo que nos parezca, va contra sus principios que gente como ella cante en público), que menos que controlarte un poco ante los medios con los comentario para tranquilizarles y parecer algo recatada. Luego ya en el escenario haz lo que quieras pero, hasta entonces, sé un poco lista buena mujer.
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