Hacía tiempo que no echaba un ojo ya al blog de Sara Carbonero, poproseros, y me he encontrado con una historia bonita de niñez y muy fantástica, que a veces Sara también consigue enternecernos más allá de sus meteduras de pata y del #graciasSara. Y Además, desde que es mamá de Martín, se nos ha vuelto así como más tiernecilla. Os cuento.
Que Sara Carbonero ya ha terminado sus vacaciones de verano que la tuvieron de ruta por Almería, Portugal, casa de su abuelos, y en este mes de agosto toca volver a Madrid y a su rutina, que dice que no le importa mucho porque es mucho menos agobiante la ciudad que normalmente. Para empezar, nos cuenta en su blog qué es para ella el verano...
Para mí las vacaciones son chapuzones nocturnos en la piscina, puestas de sol junto al mar, sardinas y ensalada, una guitarra sonando, un buen tinto de verano, noches de lectura en casa de mis abuelos mientras la luz de la luna entraba por la ventana, juegos en el parque hasta las tantas, beso atrevimiento o verdad, carreras con la bici, alguna herida que otra, el premio del mikolapiz, y el del patapalo de limón. Las vacaciones son noches en la tienda de campaña cerca del río, el gazpacho, el Tour de Francia, la videocámara de mi padre, amores de verano que terminan siéndolo de todo el año, un cucurucho de mandarina y violeta, un capítulo de Sensación de vivir, verbenas en la plaza del pueblo, cuentos de sirenas, un cassette de La Onda Vaselina sonando una y otra vez en el coche.
Y como vemos, ya se nos ha puesto de lo más melancólica. Luego llega la historia de la sirena enamorada que sale al atardecer a la superficie a ver si ve a su marinero, y que Sara asegura haber visto una tarde, aunque no nos creamos lo que nos está diciendo...
Todas las tardes al ponerse el sol, después de pasar todo el día en la playa me sentaba con mi madre a mirar el mar y el atardecer. Yo nunca me quería ir a casa, entonces, ella me contaba la historia de la sirena enamorada. Una sirena que salió a la superficie y se enamoró locamente de un marinero que iba en un barco. El barco naufragó y la sirena salvó a su amor. Lo llevó a la orilla de la playa aún sabiendo que probablemente no lo volvería a ver. Por eso, cada tarde al ponerse el sol, la sirena volvía a salir a la superficie con la esperanza de ver de nuevo a su amado. Después, triste y desconsolada, se metía otra vez en el fondo del mar hasta el día siguiente.
Termina contando que espera que el pequeño Martín también la vea algún día, que confía en la fuerza que puede llegar a tener la imaginación en nuestras vidas. ¿Veis como se nos ha puesto de lo más ñoña? Ojo, a mí me ha encantado su forma de contar la historia eh... Muy mona Sara.
Vía | Blog Sara Carbonero en Elle
Foto | Instagram Iker Casillas
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