Yo no es por ser malo y despiadado con Anna Kournikova, dios me libre que ella no me ha hecho nada todavía, pero hoy, querida mía, te toca ser la cara fea y gastada de la moneda del tenis. Porque mientras otros como tu compañero Nadal acaban de ganar como quien dice hace unas horas, el US Open, tú te despelotas (que sí, que lo tuyo también lleva pelotas de por medio, aunque sea después de un prefijo) para la revista Maxim, haciendo lo que puedes para poder llevarte algo a la boca que no sean los labios de tu Enrique.
Y... ¿a qué no sabéis qué? Pues que parece ser que lo de las fotos en 3D que nos tocó sufrir de Larissa Riquelme, de aquí a unas semanas va a dejar de ser una novedosa novedad, porque todo el mundo se ha apuntado a la moda de ver los pezones como si fueran escarpias que quieren sacarnos los ojos. No podemos tener a Anna Kournikova entre nosotros pero al menos que parezca que se nos sale del papel: a falta de pan... buenas son hostias (sagradas, malpensados).
Por eso se ha vestido para la ocasión, para que entre su bikini blanco, la ayuda que le de el 3D y las declaraciones de niña inocente con shorts cortitos y calcetines blancos de deporte en las que asegura que ella es sexy, guapa, inocente y sobre todo que disfruta con el tenis como no lo hacen otras, todos echemos a volar nuestra imaginación y que ésta se vaya de la mano con la Kournikova, dejando a Enrique en casa con cara ojiplática.
Sinceramente, creo que esta chica podría dedicarse a bastantes más cosas que al tenis, porque, por muy cruel que resulte (y que conste que es algo que no digo yo solo, sino que ella siempre lo ha dicho), siempre le va a perseguir el fantasma de la popularidad que aquí, más que hacerle bien, le perjudica, al menos, en el mundo del deporte, porque todos los privilegios que le den o todas las condecoraciones que le hagan, acabarán por pasar por nuestra sucia moral que se cuestionará lo de... ¿y si se lo han dado por ser quien es?
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