Nosotros no servimos para ser estrellas. Que eso es muy bonito, sí, parece que es todo glamour, todo fiestas, todo alfombras rojas... Pero nosotros, que somos de ir en pijama a comprar el pan y muy fanses de los Phoskitos a la hora de la merienda, en ese mundo no pintamos nada.
Porque te escanean con lupa. Y en cuanto algo en ti cambia, tu vida profesional puede empezar a tambalearse. Esto le ocurrió en el año 2016 a Tamara Falcó. Aunque para darse cuenta de su cambio físico tampoco hacía falta coger ninguna lupa...
Año 2016.
En aquel año se le juntaron varias cosas: le detectaron hipotiroidismo, a lo que se le sumó "mucho estrés emocional", como explicó hace unos meses en el programa de 'El Hormiguero'.
Ahora vuelve a hablar del tema en una entrevista para la revista 'Vanity Fair'. En ella cuenta cómo esa inestabilidad emocional fue propicia para engordar hasta 20 kilos: "En esa época desayunaba filetes empanados", admite.
No se dejó de comentar aquel cambio de imagen. Pero no únicamente le afectaron a la Falcó las habladurías, sino también en un aspecto económico: "Lo pasé muy mal. Muchos contratos que tenía firmados se cayeron. Algunas marcas me dijeron que mi físico no era el que requerían para sus productos. Me penalizaron", ha confesado.
Además, imagínate lo que tenía que ser ir a visitar a tu madre, la Preysler, y encontrarte todo el salón repleto de Ferreros Rocher. Menudo delito.
A pesar del duro momento que estaba viviendo, quedándose sin colaboraciones con marcas, asegura que siempre sintió el apoyo de su familia: "Mi hermano Enrique no lo comprendía. Me decía: 'Tamara, ¡no te pueden dejar sin trabajo por haber engordado!'"
"Yo, en parte, entendía que habían contratado una imagen y ya no era la misma, pero tengo dudas sobre si eso era ético", concluye. Pero se puso a trabajar, a dieta y se nos hizo fitness. Y ahora mírala. Que se pone de perfil y desaparece.
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