Hay algo que inquieta, atormenta y perturba, como diría la queen de los horóscopos Esperanza Gracia, a Rocío Osorno y es el exceso de curro. La modelo ha aparcado sus publicaciones cargaditas de postureo y modelazos de alta costura para desahogarse con su ejército de seguidores.
El trajín que implica ser una influencer que luce palmito tanto en los saraos de estos lares como en los del resto de Europa, tiene a it girl agotadita perdida: "Siento que estoy viviendo uno de los momentos profesionales más increíbles de mi vida pero ahora mismo mi mente solo piensa y ansía volver a casa", comienza a decir.
La sevillana llegó de París tras pasar una semana de desfile en desfile en la 'Milán Fashion Week' con el único anhelo de tumbarse a la bartola en su casoplón: "No sé si será cosa del cansancio acumulado, el estrés o las hormonas pero es lo que querría... No sé si estaré fallando a alguien o a mí misma pero son demasiados cambios en muy poco tiempo y ni siquiera me ha dado tiempo a asimilarlos" confiesa Osorno.
A su vez, Rocío ha asegurado que no es oro todo lo que reluce en el sector de las instagrammers y también tiene sus momentos de colapso mental: "La mayoría de las veces las cosas no son lo que parecen".
Eso sí, la empresaria ha dejado clarinete que su máximo apoyo viene de parte de sus retoños, Jacobo y Luis, de 4 y 2 años respectivamente, fruto de su tórrido romance con Jacobo González-Robatto: "Mis niños consiguen hacerme en cuestión de segundos la persona más feliz del planeta. Cuando estoy con ellos todos los problemas pasan a un segundo plano", zanja.