"He parado la venta de Cantora". Así lo ha anunciado esta semana Kiko Rivera en la portada de la revista 'Lecturas'. Porque parece que el acercamiento con su madre, Isabel Pantoja, va poquito a poco y avanzando... Lo mismo que la ira por su prima va creciendo. Si es que el día en que esta familia pueda celebrar una comida familiar completa, sin reproches ni enfados, merecerán que se les otorgue el Premio Nobel de la Paz.
Sea como sea, el caso es que Cantora, la casa más famosa en nuestro país después de la Tarradellas, ha vuelto a estar en boca de media España. Y ayer, aprovechando el tirón, el programa 'Viva la vida' emitió en exclusiva una serie de imágenes del interior de la finca.
Una finca de 500 hectáreas con una casa de 2.000 metros cuadrados. Que se dice pronto, pero ponte tú a fregar tanto suelo... Menudo martirio. Pero el programa ha conseguido cruzar por primera vez sus puertas y hacerse con algunas fotografías. ¿Que cómo lo ha conseguido? Vete tú a saber, aunque tampoco nos imaginamos a Emma García saltando la valla en mitad de la noche.
El caso es que Cantora ya no es lo que era. Aquel lugar que fue centro de encuentros familiares, de negocios y de reuniones de amigas y conocidas, a día de hoy está de bajón. Y puede verse a simple vista en su aspecto descuidado, con un césped más seco que el desierto del Sáhara.
La casa.
El garaje donde guardan maquinaria para los cultivos.
Con todas las contraventanas cerradas —quién sabe si para mantener la intimidad, para que no les entre el sol o es que justamente Isabel había salido a hacer unas comprillas al Mercadona—, la finca tiene cierto aspecto de abandono. Que se cae a cachos, para que nos entendamos. Que ya va haciendo un poquito de falta pasar el cortacésped.
Desconchones y óxido a montones. También en el antiguo ruedo que tiene la finca, donde Paquirri, en sus tiempos mozos, practicaba sus cosillas de torero. Y ahora este espacio no sirve ni para un concierto de 'Taburete'.
En las fotografías, el único espacio que se ve un poco abierto (abajo en la foto) es la antigua cuadra, que a día de hoy la usan como espacio polivalente: lo mismo te guardan las garrafas de Bezoya que la ropa de invierno.
El programa también ha conseguido entrar en uno de los espacios clave de la finca: una habitación en la que Paquirri hacía y cerraba mucho de sus negocios y contratos. Una habitación que, por cierto, a día de hoy parece sacada de un pasaje del terror: paredes con más manchas que las de Bélmez, un toro que se cae a cachos y una chimenea con tanta mierda que, como intente entrar por ahí Papá Noël, se nos pilla un cáncer de pulmón directamente.
Cantora va necesitando una manita de pintura y un plumerito para ir pasando el polvo. Ahora que la cosa parece ir arreglándose, a ver si Kiko Rivera vuelve para ayudar a su madre con la limpieza general... Que a tito Agustín no nos lo imaginamos pasando la mopa.
Foto de cabecera | GTRES