Dicen que ganar un Oscar es el mayor reconocimiento que puede tener un profesional del mundo del cine. Pero parece que no todo el mundo se lo toma igual de bien. La pobre Jennifer Lawrence se pegó un buen traspiés cuando recogió el premio a mejor actriz la pasada edición, y desde entonces, no ha terminado de llevarse demasiado bien con la estatuilla. Hasta tal punto ha llegado su turbia relación con ella que ha decidido desterrarla de su hogar. ¡Fuera, bicho maldito!
A Jennifer eso de poner el Oscar encima de la tele, sobre el tapetito de ganchillo, no le ha terminado de resultar bien. Ya sabéis cómo son estos famosos con los rollos de las energías y demás, y parece que el bicharraco dorado es un imán de mal rollo.
Me sentía rara exponiéndolo en mi casa. Si alguien venía a casa, no quería que fuera eso lo que recordaran. Emana una energía súper rara.
¿Y qué haces con algo que te da mal rollo? Pues mandárselo a papá y mamá, para que lo guarden en casa. Y es que a la señora Lawrence todo esto le parecen paparruchas, y está más feliz que una perdiz con el Oscar de su hija, colocadito bien brillante encima del piano. Y fardando como una descosida con las amigas.
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