Que Tamara Falcó pronto será marquesa, sí, pero que se entere bien el mundo que la gente de sangre azul también es de andar por casa, también tienen sus vicios, se meten el dedillo en la nariz para sacarse perdigones cuando nadie los ve y cuando se tiran un pedo en la cama también se tapan hasta la cabeza con la manta para degustarlo, que no todo va a ser caviar.
Vale, nada de esto no nos lo ha demostrado la Falcó, para qué mentirnos. Pero, al menos, nos ha querido enseñar en su cuenta de Instagram una imagen "natural" de su día a día. Como cualquiera de nosotros, podríamos pensar. ¡Já! No te lo crees ni tú.
Aquí la tenemos, sin maquillar, después de la ducha (porque la aristocracia, por mucha aristocracia que sea, también le huele el chimichurri si no se da un agua de vez en cuando), con el turbante aún puesto, con su pijama de seda a lo María Teresa Campos (pero bien), sentada en el sofá con una taza de café o té o manzanilla o lo que quiera que sea lo que beba la Falcó. Mirando hacia el infinito mientras piensa en cuándo leches le darán de una vez el título de marquesa de Griñón. O eso, o esa sonrisita pícara es porque la ducha se la ha dado con su chico, Íñigo Onieva.
Te diré que sí, que está muy bien que nos muestre este lado tan hogareño, pero no es justo. No. No es justo que esta señora destile tanta elegancia, tanto saber estar. Porque esta misma imagen, si nos la hiciéramos nosotros, quedaría tal que así:
Menos mal que Belén Esteban es nuestro referente directo, el reflejo de la sociedad verdadera, de la que compra en el Maskom y compra en el Primark y el maquillaje es de la perfumería del Mercadona. Porque a mí me pones la imagen esa de la Falcó y me dices que eso es lo natural... Y perdona que te diga, que por mucha madera de roble que haya en esa foto, natural, natural... Como que no.
Foto | GTRES