Pobre Scarlett Johansson... me da a mí que lo de sus fotos en pelotilla picada va a dar que hablar durante mucho tiempo. Así que lo mejor que le podría recomendar para que todo esto se pase volando es precisamente lo que en estos instantes está haciendo: tomárselo todo a risa y cachondeo y hacer del problema una broma pesada con la que reírse siempre que pueda. Y así, poco a poco, la cosa se irá diluyendo y al final quedará como una anécdota curiosa sin más trascendencia (crucemos los dedos)
Por eso los de la revista Vanity Fair le propusieron posar casi desnuda en la portada y dentro del reportaje para que, ya que todo el mundo le ha visto con los pechos al aire y enseñando sus atributos más preciados, al menos lo vuelvan a ver pero a todo color y de la mano de un fotógrafo profesional que sepa sacarle el mejor lado de su cuerpo. Y es que queridos amigos no estamos hablando de un fotógrafo cualquiera, no señor. Estamos hablando de que la sesión de fotos ha sido realizada por Mario Sorrentini cuya profesionalidad queda algo lejos de la que podemos obtener con un móvil.
Así que lo único que hemos cambiado ha sido el destinatario (ya no es su ex marido, ahora es todo el mundo) y el fotógrafo porque el contenido sigue siendo el mismo aunque a la vista de las fotos queda claro que con muchísima mejor calidad y a todo color para no perdernos ningún detalle. De hecho, en la propia entrevista se le pregunta a Scarlett Johansson por las fotos y el escándalo y por cómo se lo ha tomado. Y ella, por supuesto, lo hace con gracia y humor que es como mejor se sale airoso de estas situaciones.
Me lo tomé con humor. Las fotos me gustaron y desde luego conozco bien mis mejores ángulos
Y no solo eso, sino que además reconoce que el destinatario de esas fotos era su ex marido, Ryan Reynolds, desmintiendo que formaran parte de una película porno, tal y como se ha llegado a insinuar a pesar de que tampoco encuentra nada malo en eso. Vamos, que se lo ha tomado con toda naturalidad como tiene que ser. Ole tú Scarlett, ole tú...
Foto | Vanity Fair
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