Tamara Falcó está a punto de pasar por el altar. El gran día, el que dicen que será el más feliz su vida, está a la vuelta de la esquina. Será el 8 de julio, tendrá lugar en El Rincón y los preparativos están listos. Hay vestido, banquete, invitados y padrinos. Todo está bajo control, excepto una mujer, la bruja del bodorrio: Carolina Molas.
La madre de Onieva es el único cabo suelto del gran día. Tamara ha intentado charlar con ella, llegar a un entendimiento y pactar un acuerdo, pero no hay formula alguna que haga reflexionar a Molas. Está obcecada, convencida y dispuesta a llevar a cabo su plan. Está en su derecho y, le pese a quien le pese, no aparecerá en la esperada exclusiva.
Lo tiene clarinete. No quiere fotos, cámaras ni alcachofas. Arrastra un trauma con la prensa desde que su retoño fuese señalado en toda España, y aunque aquello ya pasó, Carolina no quiere saber nada de los medios. Tamara, como buena famosa, sabe que lo ideal sería que su suegra posase. La exclusiva lo requiere y hay un buen dinero en juego.
Por más que lo intente, Tamara no se saldrá con la suya. Según Informalia, sigue empeñada en convencer a la suegra hasta el último día. Tiene que luchar por su reportaje y quedar bien con la revista que tanto dinero le ha generado a lo largo de los años.
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