De cara al pueblo llano, doña Sofía aparenta ser una mujer dulce y empática. Sus apariciones públicas suelen estar relacionadas con actos benéficos y siempre luce una sonrisa de oreja a oreja. Lo tiene todo estudiado. Conoce a la perfección el protocolo y la prensa. Es una profesional del royal-postureo, pero al apagarse las cámaras, la anciana amable se transforma.
Doña Sofía es una de esas personas dignas de estudio. Siempre obediente, la esposa de don Juan Carlos no ha tenido elección en esta vida. Ha cumplido con su papel desde que era niña, y una vez casada, tuvo que tragar como ninguna esposa hubiera tragado. El emérito hacía una vida paralela y ella, consciente de lo que sucedía, se limitaba a cumplir con su responsabilidad como personaje.
Nos vendió un carácter alegre, tierno e inocente. Pero de eso nada, monada. Doña Sofía parece tener una mala baba de la que algunos ya han sido testigos. Según dicen, es prepotente y tirana. Cree ser superior al resto y así lo atestiguó una azafata que sufrió en sus carnes las malas artes de doña Sofía, tal y como recuerda Pilar Eyre en Twitter.
Durante el vuelo, una azafata se dirigió a la emérita y, de forma natural, le preguntó por "las niñas". En aquel momento, la sonrisa desapareció del rostro de doña Sofía y apareció el demonio: "No son niñas, son infantas", sentenció, tal y como recoge ElNacional.cat. Como es lógico, la pobre azafata quedó en shock para el resto de sus días.
Fotos: Gtres
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