Pablo Urdangarin y Johanna Zott viven en una nube de amor. No les importan los titulares, las opiniones ni los rumores. Tan solo tienen ojos el uno para el otro, y así lo han demostrado en su último encuentro público. El pasado fin de semana, mientras Carlos III soportaba entre quejas el peso de su nueva corona, Pablete y Johanna sellaban su amor en el terreno favorito del retoño de la infanta: el campo de juego.
Urdangarin es todo un adicto al deporte. Adora entrenar y, al igual que su padre, pretende ganarse el pan gracias al balonmano. Por el momento, al muchacho no le va nada mal. Destaca entre los suyos, es querido por sus compeñeros y ha conseguido un contraro en el equipo que deseaba. Su etapa el Barça está a puntito de terminar, pero Pablo 'el guaperas' no sufre por ello. Podrá continuar su carrera en la capital catalana y estar cerca de su chica.
El sábado, Johanna Zott pisaba el pabellón en el que su chorbo se jugaba la victoria. Se sentó en la grada, rezó por él y comenzó el juego. Atenta en todo momento a los movimientos de Urdangarin, Johanna no apartó la vista del campo. Le interesaba lo que allí sucediera. Estaba preocupada por el hombre al que ama, y el sentimiento era mutuo. Pablo, concentrado durante todo el partido, dedicó varias miradas a Zott.
La complicidad era evidente. A Johanna se le caía la baba viendo a Pablo de lado a lado de la cancha. El Borbón la tiene loca, enchochaíta perdía. Pero ojo, porque él también está coladito por Johanna. Tal y como asegura Vanitatis, no dudó en mostrarse cariñoso con su novia pese a las miradas indiscretas.
Fotos: Gtres
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