Iñaki Urdangarín, aquel armario empotrado que parecía indestructible, es tan humano como cualquiera de nosotros. Sí, es vasco y por lo tanto más fuerte, pero siente y padece como el resto de mortale. Hace unos días, el ex churri de la Infanta Cristina sufría una caída mientras practicaba deporte. Se destrozó el codo y no le quedó más opción que pasar por quirófano.
Fue operado, le dieron el alta y ahora se encuentra en el sofá de casa lamentándose por no poder practicar deporte hasta pasadas unas semanas. Como todo el mundo sabe, Urdangarin es adicto a ajercitar sus músculos de la manera que sea, y ahora que no puede hacerlo, debe estar subiéndose por las paredes.
Su santa madre, Claire Liabert, aseguró ante la prensa que su hijo "se encuentra bien". Ella se mantiene en todo momento a su lado, salen a pasear y, visto está, mantienen una estrecha relación. La Infanta Cristina, aunque resulte extraño, también se ha preocupado por el estado de salud del padre de sus retoños.
Tal y como publica Semana, la hija del emérito está pendiente de la evolución de Urdangarín. Su relación en este momento es buena, o al menos cordial. Se tienen aprecio, hablan cuando toca hacerlo y ambos comparten el mismo objetivo: proteger a los niños.
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