Pues de nuevo podemos decir eso de ¡¡viva los novios!! Ya lo dijimos ayer en la ceremonia civil, pero ahora toca decirlo a lo grande de nuevo tras ver al príncipe Alberto y a Charlene Wittstock contraer matrimonio religioso en el Palacio de Grimaldi.
Ya podemos ver al re-nuevo matrimonio recorriendo las calles de Mónaco a lomos de su coche descapotable saludando a la gente que se agolpa para desearles felicidad. La verdad es que viéndoles salir así, tan juntos, tan de blanco los dos, pero tan distintos como que una se plantea si no podían haber tomado muestras de tejido de uno y otro modelo para que no se dieran tanto de tortas haciendo el paseillo real.
A pesar de que a ella la ve visto muy seria, al menos no tiene la cara de póquer de él, aunque lo mejor ha venido en el momento en el que la pareja se dirigía a presentar el ramo de la novia como ofrenda, donde les han cantado una canción preciosa (de la letra ni idea que una eso del francés como que no). En ese mismo instante, Carlene rompe a llorar toda emocionada mientras él las veía venir, lo que viene a ser un clarísimo caso de “me la trae al pairo”, que se dice.
Y ahora nos toca momento beso, que como sea tan rancio como el de la Iglesia estamos apañaos...
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