'Pereza' (de coger el peine, que vaya pelos me llevaban) se convirtió en uno de los grupos más populares entre los años 2001 y 2011. Una época dorada de bandas musicales en el pop español ('El Canto del Loco', 'El Sueño de Morfeo', 'La Oreja de Van Gogh' con la cantante titular y no la suplente) que acabó con todos sus solistas y componentes desperdigados sacando éxitos de forma individual antes de que aparecieran cantantes con éxito por hacerse virales en redes sociales o haber participado en la segunda hornada buena del 'Operación Triunfo' de TVE. Uno de los casos más destacables de "vieja gloria dosmilera" que perdura en nuestras playlists con nuevos trabajos es el de Leiva, que acudió anoche a 'El Hormiguero' a presentar su nuevo trabajo.
Una historia de película (y de las buenas, no como las que emiten en Antena 3 los domingos a mediodía)
Tal y como se puede ver en la influencia que ha tenido esto en su outfit, Leiva comenzó tocando en la calle pidiendo una limosnilla para poder pagarse lo fundamental, como unas cervecillas en el bar de enfrente de su sala de conciertos free-covid gratuita (la acera):
"Me fui de vacaciones con la que era mi chica cuando tenía 16 años a Gandía, nos quedábamos en una pensión y con la guitarra tocaba en el paseo marítimo. Al caer el sol, iba a la cervecería-horchatería y con las monedillas que sacábamos tomábamos unas cervezas. El dueño, muy majo, al sexto día me preguntó si mi sueño era ser músico", comenzó explicando Leiva durante su entrevista con Pablo Motos.
El horchatero del paseo marítimo de Gandía resultó ser el padre de uno de los cazatalentos de BMG, la compañía multinacional que hoy conocemos como 'Sony': "Me decía, 'yo te escucho cantar y pienso que tienes algo'", ha continuado explicando el cantante definiendo su historia como algo "cósmico", como Doraemon (el gato cósmico).
Tres años más tarde, cuando Pereza tocaba con asiduidad en la sala Siroco, se le acercó un señor con andares de gente importante, como en las películas, para ofrecerles un contrato sobre la mesa: "Fuimos a la compañía, era verdad y ese año, que Rubén y yo trabajábamos pintando carreteras, pasos de cebra -de hecho yo pinté el parking del hospital de Pozuelo, es mi obra-, el cazatalentos nos dijo que iba a hacer mudanzas en casa y que le echáramos una mano. Cuando llamé a la dirección que me indicó, me abrió la puerta aquel señor de la horchatería, que era su padre", ha finiquitado el narrador de este cuento maravilloso (un caramelito para Disney).
Vía | Atresmedia
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