Algo me olía yo de todo esto... algo me olía. Y no es que sea vidente, para nada, pero después de leer que Marta Sánchez no estaba pasando por un buen momento en su matrimonio, no me resultó nada raro verla hace una semana paseando con unas amigas y en ausencia de su marido por la plaza de Jamaa el Fna, en Marrakech, intentando regatear para comprar un tarrito de rosa mosqueta y con una cara de perro muerto que no es la que acostumbra a tener en sus últimos videoclips y presentanciones.
Ocho añitos lleva casada con Jesús Cabanas y parece que la cosa no va a terminar todo lo bien que podríamos desear, porque después de decidir que este verano cada uno lo pasaba por su cuenta y separados, las revistas no han dejado de gritar, a bombo y platillo, que la separación de la pareja es más que inminente y toca su fin. Todo lo bueno se acaba y a Marta le ha llegado la hora.
Las alarmas ya saltaron hace un tiempo, allá por mayo, cuando asistió a la boda de Lolita en compañía de una amiga en vez de acudir con su Jesús como sería lo típico. Muchos la excusaron diciendo que el marido estaría de viaje o que se encontraría indispuesto pero lo cierto es que Marta en ningún momento salió a defenderle y por ello, los rumores de separación empezaron a ser cada vez más sonados hasta el punto de trascender de manera seria a la prensa. Efectivamente parece que de aquí a nada la parejita va a poner fin a los 8 años de matrimonio.
Y de ser así sería el segundo divorcio de la cantante, porque ya estuvo casada con Jorge Salat, el que fuera su representante, durante dos años y del cual no acabó del todo convencida. Ahora le toca afrontar una gira americana este invierno en solitario y decidir con quién se va Paulita, la hija en común de ambos. Una pena.
Vía | Europa Press Foto | Cac.es