Kiko Rivera ha entrado con un cinturón de explosivos en Cantora tras año y pico sin ver a su madre (y poniéndole verde en la saga vampírica 'Cantora: la herencia envenenada', de muertos y yendo a chupar la sangre directamente al cuello) a través de una exclusiva bomba en 'Lecturas' cuya principal damnificada ha sido la pantoprima reina de la sensualidad Anabel Pantoja.
El cantante (de cantar las cuarenta a su familia, porque de otra cosa no creo que se le pueda considerar como tal) se reencontró con su madre tras el fallecimiento de su abuela doña Ana. Fundirse en un abrazo como un tranchete en un sándwich mixto fue más que suficiente para perdonar a Isabel Pantoja los tropecientos mil euros que supuestamente le debía de la herencia de su padre, las cien millones de mentiras que le había ido contando y todas esas cosas turbias que contaba que ocurrían en la finca de Medina Sidonia, el epicentro del salseo.
Ahora, Kiko ha empezado a echar marcha atrás (recordad, no es un método anticonceptivo recomendable) para analizar cómo puede justificar su mala baba sin hacer ni un ápice de autocrítica y parece haber encontrado el resquicio por el que tirar: el victimismo inherente a un problema de salud. Rivera ha tirado del clásico "casi me muero" recordando su última intervención.
"Me intervine para quitarme la banda gástrica y hacerme una reducción de estómago. Se complicó y no se pudo hacer. Si la tercera capa se hubiera roto, se hubiera creado una peritonitis y podía haber muerto", comenta con aires trágicos el pequeño del alma, totalmente desalmado.
En ese día que presumía de operación en las redes como si nada, Kiko Rivera sitúa un nuevo punto de inflexión de "lo que podría haber sido y nunca fue". El hijo de la tonadillera exime de responsabilidad a su madre y carga duramente contra su prima:
"No me llamó nadie, ni mi madre. Me sorprendió. Estaba Raquel (Bollo) al lado, y me dijo que mi madre no lo sabía, que si no habría ido al hospital. Entonces igual la cosa habría cambiado antes, y quizás me podría haber despedido de mi abuela", ha lanzado dirigiéndose también contra la persona que lleva las redes sociales a su madre, que podría haberla avisado de que estaba haciendo el parguela subiendo fotos a sus historias de Instagram con el batín que deja el culo al aire y así Isabel Pantoja fuera conocedora de su operación.
Pero oye, nadie es más mala-malísima que Anabel Pantoja en todo este asunto. Aunque la pobre lleve año y pico esquivando cualquier amago de posicionamiento y de malmeter entre ambos en televisión: “¡Mi prima no ha llamado a su tía tanto que la quiere! Mi madre podría decir que yo tampoco llamé con el ingreso de mi abuela, es verdad, pero a mi prima sí la llamé. Mi madre la tele no la ve. ¿Nadie le ha dicho nada?”, ha vuelto a huir de asumir responsabilidades el dj.
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