Ir a Londres, ese viaje maravilloso que vuestra Viola repite año tras año. Pasear por St. James Park, ir en barco hasta Greenwich, perderse por Covent Garden... y si eres Lindsay Lohan, pues haces turismo y te despelotas en una tienda de propina, que hay tiempo para todo. Una que es muy discreta se ha hecho todo lo turístico y no turístico, pero lo de correr en paños menores por unos grandes almacenes, pues no.
Esta chica se ve que sigue sin sentar mucho la cabeza. Bueno, vale, ya sé lo que me vais a decir, que raro sería que no la liara parda, pero yo os soy muy confiada. Procedo a relatar los hechos: Selfridges, míticos grandes almacenes en Oxford Street, la cumbre del buen comprar y el glamour y todo eso. Ya sé que lo que os suena es Harrods pero a esta casi inglesa estos son los que la suliveyan... Pues va Lindsay a hacerse unas compras, entra en el probador cargada de ropa pero decide salir como su mamá la trajo al mundo y hacerse los 100 metros grandes almacenes (por decidir si es deporte olímpico) en estado de risa histérica, mientras los dependientes la perseguían para cazarla y taparla.
Aquello que es un remanso de paz, decorado en blanco, entre vestidos de cienes de miles de euros y Lilo corriendo en porreta picada. Además al día siguiente tenía cita allí mismo con una Personal Shopper que sospechamos que anularían, claro. Digamos que sus vacaciones en Londres han sido de lo más moviditas: pelea con Kate Moss, salidas en baja forma de restaurantes, bailes en barra en programas de televisión, empezar sus memorias... Eso es aprovechar el tiempo y lo demás son coñas.
Vía | Daily Mirror
Foto| Instagram Lindsay Lohan
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