Si hay algo que agradecerle a los realities de telerrealidad de 'Netflix' es el sinfín de personajillos pintorescos que nos regala. Desde ricachonas desocupadas peleándose por quién lleva los pendientes de 'Chanel' más caros colgando de sus orejas en 'Mujeres ricas de Beverly Hills' hasta acompañar en su día a día a una ex judía ortodoxa forradita en pasta que capitanea una empresa moda en 'Una vida nada ortodoxa'.
La guinda del pastel se la lleva 'Selling Sunset', traducido al español como 'La Milla de Oro' porque el salmorejo se nos dará mú bien pero adaptar los titulitos de por ahí a nuestro idioma como que no es lo nuestro.
En este show, dos gemelos (Jason y Brett Oppenheim) lideran una reconocidísima agencia inmobiliaria 'Oppenheim Group' que, junto a su team de guapísimas y exuberantes agentes, venden todos los casoplones de Los Angeles y se agencian comisiones multimillonarias. Esta es la teoría, en la práctica no hay capitulito en el que la panda de comerciales deluxe de 'Tecnocasa' no llegue a la gresca y vuelen los cuchillos, pintalabios y kilómetros de extensiones de esquina a esquina de la oficina.
La abeja reina de este enjambre de viceversas hollywoodenses es, sin lugar a dudas, Christine Quinn (ya solo con el apellido se entiende que los aires de diva no se los quita nadie). La influencer es una de las veteranas de la empresa desde antes que 'Netflix' les echara el ojo y soltara los milloncitos. Sus apariciones se resumen en lucir palmito mientras les enseña las humildes mansiones a los clientes solventes y a protagonizar peleas de gatas con sus compis de mesa.
Eso sí, nada de mancharse las manos ni romperse sus uñas de gel para cerrarle el piquito a cualquiera que le lleve la contraria. Christine es mucho más sibilina. Sus complots abarcan desde soltar chivatazos a la prensa cual colaborador telecinquero con ganas de movida con rumores fakes del resto del elenco hasta sentenciar con la guillotina a la amigui de turno que no la defienda: "Mi definición de la lealtad es que si quiero enterrar una zorr***, debes traer una pala", expresó la queen de Quinn en una ocasión. Telita de chunga.
Los saraos que monta la empresaria cuentan con medio zoológico californiano. En su fiesta de compromiso alquiló una cebra a juego con su vestido porque eso de combinar el trapito con los zapatos y el bolso como que es de pobres para la chiquilla mientras que en su boda hubo cisnes (blancos y negros) chapoteando por los ríos artificiales que se agenció. Ah, sí, en su gran día también cayó del cielo una cascada de nieve de mentira para congelar un poquito al personal así como quien no quiere la cosa. ¿Sencillita no?
PD: De su vestido negro de novia no voy a decir ni mú porque me parece lo más "normal" del bodorrio.
Si te ha picado el gusanito de la curiosidad y quieres conocer a la villana mejor vestida de todas las plataformas digitales, la tienes esperándote embutida en un modelazo deluxe y con las uñas afiladitas (por si acaso) en Netflix dispuesta a hacerte un tutorial de cómo entrar por las puertas del infierno de cabeza pero pisoteando una glamurosa alfombra roja.
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