Hay mujeres valientes que se arman de coraje para contar sus historias públicamente sin miedo a nada (como diría Álex Ubago), ni siquiera a los negacionistas, con pruebas en la mano y dispuestas a romper con lo preestablecido, a ser agentes de cambio con respecto a las grandes lacras de nuestra sociedad acomodada en lo arcaico, como Rocío Carrasco con su docuserie.
Luego está Marta López Álamo que sería como la puerta pequeña del Imaginarium. Ella lo hace a menos escala, con problemas del primer mundo. Acompáñenme a leer la historia que conmocionó a la paella verde que le hizo Ana Obregón a Steven Spielberg.
De los creadores de '¡Dónde está mi tortilla de patatas!' (directed by Jon Kortajarena) llega 'Encima los de Glovo escriben mal su nombre, todo el mundo sabe que es con B', dirigida y protagonizada por la novia de Kiko Matamoros.
El pasado domingo 6 de junio a las 17:00 h (lugar y hora de los hechos) Marta López Álamo hizo un hueco en su ajetreada agenda para encargar la cena a su pizzería favorita. Pero en vez de hacer el pedido desde la APP, como todo el mundo, ella primero llama a su colegón para que le haga precio (qué gorrones son estos influencers) y después pide el 'Glovo': ¿consecuencia? El desastre más absoluto, como es normal.
'¿Un poco pronto para plantear la cena, no?' Os estaréis preguntando los que no tenéis tiempo ni para sacaros un moco durante el día. Efectivamente, pero claro, es que Marta "ya se conoce cómo funcionan los de Glovo" (esa es su versión) y, con el churri todo el día omnipresente en la tele y de cuerpo presente en casa, no hay tiempo que perder por lo que pueda pasar.
"El servicio de 'Glovo' es cada vez peor, lo pido con tiempo. Una hora esperando a que me asignen repartidor, en atención al cliente me dicen que ya me habían asignado uno, luego se cancela, luego se vuelve a reasignar. A todo esto, con cuatro repartidores en la puerta de mi casa sentados esperando. Son un desastre", ha comenzado Marta López combatiendo la gran injusticia de la tardanza de los biciclistas-camareros-repartidores, uniéndose al Change.org promovido por Jon Kortajarena.
Pero la defensora del pueblo sedentario ha ido más allá y, como si fuera la Ana Pastor del delivery, Marta ha abierto un cajón que hasta ahora nadie se había atrevido a abrir, el de la suplantación de identidad entre repartidores de Glovo: "Sé que tienen unas condiciones precarias, critico a la empresa, o sea, dad un servicio mejor. Luego están los que ves una foto, que subcontratan u otras cosas que distan mucho de la legalidad, pero bueno, eso es otro tema", ha dicho tirando la pizza y escondiendo la mano.
Lejos de plantearse la posibilidad de darse un paseo hasta la pizzería de sus sueños, esa que le había promovido en sus entrañas un antojo de pan de ajo solo propio de embarazadas y de italianos nostálgicos en España, la genialidad de Marta López Álamo ha ido de recoveco en recoveco de la consciencia mediocre humana hasta hallar una solución Renacentista. ¡Que haga el trabajo otro!
Marta contrató un 'Cabify' (tiene todas las APPs habidas y por haber en su móvil) para que le recogiera la pizza del local y se la llevara a su casa, como si fuera un repartidor de 'Glovo', pero con maletero en vez de una mochila cuadrada y aire acondicionado en vez de ir tragando moscas en la bicicileta.
¡Y encima tuvo que bajar en pijama sexy al portal de su casa para tenerlas en su poder! ¿Y ese sobresfuerzo quién lo compensa, eh? ¿A caso no merece una indemnización por daños morales y psicológicos por ser una influencer en batín de seda? Qué poca vergüenza...
Foto cabecera | GTRES
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