Elena Anaya es, bajo mi punto de vista, de esas actrices españolas que sabe como distinguirse del resto pero para bien. Yo personalmente la idolatro. Tiene una fuerza en su interpretación que misteriosamente no se refleja en su forma de habar o de moverse, que por el contrario es más delicada. Es un cúmulo de contradicciones que me encanta. Tengo una especial predilección por ella. Y no solo por eso, tengo más motivos si queréis oírlos.
Además la considero una persona muy valiente. Porque no todo el mundo es capaz de hacer un papel como el que hace en su última película, 'Habitación en Roma', en la que interpreta a Alba, una chica española que mantiene una relación con una mujer que tiene dos hijos. En la película conoce a Natasha, una joven rusa que está a punto de casarse con su profesor de Renacimiento. Las dos acaban de conocerse en Roma y van a compartir habitación durante 12 horas, repartidas entre la noche y el día y durante ese tiempo, intentarán protegerse de la atracción que sienten, pero no podrán evitar caer en la fuerza del erotismo.
Un papel fuerte en todos los sentidos, en lo que Elena no le queda otra que dejarse abandonar a la fuerza de los sentimientos y en la confianza que deposita en ella el director. Eso y que un papel en el que interpreta a una mujer lesbiana, corriendo como corren los rumores sobre su homosexualidad, me parece algo digno de tener en cuenta. Lo único que confirma con todo esto es que sinceramente le da igual. Ella es buena actriz y lo demuestra haciendo de pescadera, de princesa o de bollera (sin ofender a nadie, lo digo desde el pleno cariño).
Ya dijeron en su momento que podría convertirse en la nueva chica Almodóvar, (la película está dirigida por Julio Medem, que conste), ya que le tiene echado el ojo y ha contado con ella para su nueva película 'La piel que habito', como ya os dijimos en su tiempo. Y estoy seguro de que lo consigue, segurísimo. Tiene todas las papeletas para ser una de las grandes (si es que no lo es ya).
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